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La ciudad en 2016

1. los cinco bloques




Después de la inundación del verano de 2014, la geografía de la ciudad cambió de forma definitiva. Los desastres fueron grandes, la cantidad de agua que corrió por las calles y desbordó las aceras produjo tal caos que sólo dos semanas después se tuvo una idea de cuánto se había perdido. Muchos murieron atrapados bajo el agua. Muchos aprovecharon para escapar de sus encierros y de una muerte segura en manos de los saqueadores. La suerte fue ambigua para cuantos alcanzó el desastre. De cualquier forma, bastaron pocos meses después del apagón eléctrico para que la población de la ciudad se redujera significativamente. De ocho millones de habitantes –únicamente en la zona del Distrito Federal- se cree que sólo la mitad sobrevivió permaneció en la ciudad los primeros tres meses. De esos cuatro millones, sólo un tercio volvió a caminar por las calles en ruinas después de la inundación. A esta población, se le suma la conflictiva relación con los habitantes de la zona conurbada, aproximadamente 12 millones antes del apagón, 7 millones después y 4 millones una vez que la inundación se extendió hacia el norte y el poniente 1.


Con una población tan reducida en un entorno crecientemente hostil, la gente retomó el control de su vida y no tardó en organizarse. Cinco grandes bloques surgieron una vez que el sol de otoño secó las últimas zonas anegadas. Cada una de estas divisiones respondía a diversos accidentes del terreno o a disposiciones claras de las grandes vialidades. Las divisiones delegacionales previas dejaron de tener sentido y las agrupaciones siguieron una lógica más sencilla: todo cuanto pudieran controlar con violencia y con murallas artificiales, era suyo.


El surgimiento de cada uno de los bloques tiene su propia historia, pero en términos generales su constitución siguió un régimen similar al de la República. Un edificio central de gobierno en donde se concentra el poder sobre una zona. Esas pequeñas capitales eran siempre, o casi siempre, edificios que un grupo de saqueadores había elegido como cuartel al inicio del apagón eléctrico. En vez de policía, había grupos armados fieles a un líder o a un grupo de líderes. Cada bloque inventaba sistemas de justicia, cada sección mostraba cada tanto su ignorancia y su mezquindad con ejecuciones públicas o con saqueos indiscriminados contra los propios habitantes de su bloque. Y pese a ello, la identidad con el bloque fue creciendo con el tiempo y no pasó mucho antes de que hubiera enemistades serias entre dos personas sólo por la ubicación de su calle.


Con respecto a los límites de la ciudad, se volvió muy claro que las fronteras controlables no iban más allá de lo que solía marcar la división política del país. Una vez sobrepasadas las líneas que dividen la ciudad de los estados aledaños, ningún grupo deseaba aventurarse. Se sabía, por supuesto, que la situación en el resto del país era similar, pero la incomunicación era tal que muy pronto la gente determinó que no era posible saber nada.


Quienes no pertenecían a los grupos dominantes, no podían pensar en escapar. Al menos no por las salidas conocidas. Todos los accesos a la ciudad eran lugares peligrosos, siempre en disputa, siempre gestando ataques cada vez más furibundos lo mismo contra quienes pretendían salir o contra quienes permanecían en la ciudad resguardados de algún modo. Es por ello que la ciudad sobrevivió mucho tiempo en una especie de estado de sitio, autoimpuesto, a menudo absurdo, que le ha impedido volver al camino de la comunidad.


Era verdad, por otra parte, que ni siquiera quienes se movían con gran habilidad entre los cinco bloques cono
cían el estado real de las cosas. Nadie sabía, por ejemplo, qué ocurría bajo la tierra, en la red del metro. Tampoco se sabía la situación dentro del aeropuerto o el Palacio Nacional. Era demasiado arriesgado entrar en lugares así, y era poco el beneficio real que podría traer a la sobrevivencia inmediata. Muchos sitios emblemáticos o inabarcables han permanecido sellados durante mucho tiempo.



Paulatinamente, se dio un sistema de intercambio y de producción de alimentos, aunque poco  variado y raquítico. Algunas personas lograron sembrar, pero la mayoría del alimento provenía de los animales domésticos, las palomas y las ratas, que seguían reproduciéndose sin control. Pasó tiempo antes de que se establecieran granjas y muy pronto los perros se convirtieron en la principal fuente de carne.



En algunos lugares específicos, a menudo en colonias que habían sufrido una devastación completa, se llevaban a cabo peleas masivas para solucionar diferencias entre los bloques, en un principio, y después para ganarle tiempo al tedio. Estos lugares, conocidos como Arenas, se multiplicaron y aunque mucha gente era llevada a pelear y a morir en contra de su voluntad, también representaron el único momento en que los testigos dejaban de pensar en sí mismos y podían descansar de sus vidas, siempre a resguardo, siempre en eminente persecución y, sobretodo, víctimas de una especie de furor, de locura colectiva, que les provocaba visiones espantosas en las noches, pérdida de la conciencia, alteración de las nociones de espacio y de tiempo. El cambio de vida fue brutal. La mente de muchos se quebró en este colapso.


No puede saberse todo lo que ocurre en estos días de sufrimiento. Quienes habitan hoy esta ciudad dividida prefieren no recordar todo lo que hicieron, todo lo que se descubrieron capaces de hacer con tal de sobrevivir. Si hubo una época oscura en nuestra historia, es ésta. Y de ella, aún se pueden aprender muchas lecciones y contestarse muchas preguntas.



1 La población de la zona conurbada intentó, en cierto momento, ingresar a la ciudad, que suponían más segura y organizada que los municipios del Estado de México. Esto provocó muchas muertes, derivadas de enfrentamientos por pozos de agua, centros comerciales y otros bienes comunes. La lucha entre los habitantes de la ciudad y los “metropolitanos”, como suele llamárseles, no cesa aunque éstos han dejado de tener avanzadas hacia el centro, pues han encontrado que es mucho más peligroso que buscarse medios de sobrevivencia hacia el interior del país.





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